LAS CANTERAS. 20 DE JULIO DE 2007. PERFORMANCE REALIZADA EN LA CALLE POR LAS MUJERES ASESINADAS EN ESPAÑA A MANOS DE SUS PAREJAS O EXPAREJAS.

No se considera como uno de los mayores problemas de nuestro país, ni por parte de la ciudadanía ni por parte de quienes gobiernan…

No hay un claro acuerdo sobre su denominación: se le llama violencia de género, violencia doméstica, malos tratos, terrorismo doméstico, violencia machista… Al margen de estas múltiples nomenclaturas, lo que está claro es que se trata de VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EJERCIDA POR LOS HOMBRES y de eso es de lo que queremos hablar hoy.

Pero no queremos hablar sólo de cifras. Las cifras son visibles hoy en día, se publican en la prensa y hoy hacemos alusión a ellas en la representación. Pero hablar, queremos hacerlo de las causas que llevan a esas cifras.

La violencia contra las mujeres no es comparable con los índices de violencia social en general, por el simple hecho de que se trata de distintas formas de violencia y con un origen totalmente distinto.

El origen, la causa, de la violencia contra las mujeres está en la educación diferenciada que se hace de mujeres y hombres.

En nuestra sociedad y en todas las sociedades del mundo existe la consideración de que las diferencias físicas entre mujeres y hombres conllevan otro tipo de diferencias que no son reales, sino creadas por la propia sociedad. De esta forma, se establecen distinciones en las capacidades, en las funciones, en las responsabilidades, en los sentimientos, de mujeres y hombres. Además, la sociedad aplica a estas diferencias un valor, que en este caso se trata de valores desiguales y es esto, de forma resumida, lo que explica la base de la discriminación y la violencia contra las mujeres.

Lo que se asigna a las mujeres tiene una consideración o valoración inferior, es menospreciado socialmente.

Esto que decimos, que puede parecer demasiado simple, se cuela en nuestra forma de relacionarnos, en nuestra manera de colocarnos ante un hombre o ante una mujer. Estamos hablando de nuestras relaciones más cotidianas. Nuestra relación con nuestra madre, con nuestro padre, con nuestra pareja mujer u hombre, con compañeras o compañeros de trabajo, amistades, con las hijas o hijos… Inconscientemente, tras siglos de socialización, nos influye. Mujeres y hombres, nos convertimos en víctimas de esta creencia extendida, de forma que no nos relacionamos desde la libertad. Estamos condicionadas y condicionados por lo que hemos aprendido y somos parte del sistema que lo perpetúa.

Es básico que entendamos que la violencia de género pasa por comprender las raíces que  la originan, por saber que ni él es un enfermo, ni ella una provocadora o una masoquista. Para que desaparezcan frases como esta “algo habrá hecho  ella para que él le pegue” de nuestras conversaciones cotidianas.

Por supuesto no se trata de que los hombres sean intrínsicamente violentos, ni que las mujeres sean intrínsecamente pan bendito. Se trata de que vivimos en un sistema -el sistema patriarcal- que se basa en la desigualdad, en la superioridad del hombre sobre la mujer. Y es ese sentimiento de superioridad, que a pesar de los cambios en las leyes se mantiene inmutable en las mentalidades, lo que resulta intrínsecamente perverso, lo que propicia la violencia de los hombres contra las mujeres.

A veces ponemos la vista en los hechos más graves: en las muertes, o en las denuncias, o en las torturas y violación de los derechos humanos de las mujeres de otros países… y pensamos que a nosotras y nosotros la violencia contra las mujeres no nos toca, no nos afecta.

En España, la muerte de mujeres a manos de sus parejas o exparejas es la expresión más grave de la violencia contra las mujeres, pero las desigualdades y la violencia se manifiestan en el día a día, de forma sutil o de manera más reconocida: en una entrevista de trabajo, en los anuncios de publicidad, en insultos y humillaciones, en los celos, en el control, en las agresiones físicas y sexuales…

Pero la sociedad no hace nada, no se moviliza. Así como proliferan las manifestaciones por otras cuestiones…

Nos preguntamos donde están los obispos y curas que se han manifestado contra  la ley de parejas de hecho y abanderan manifestaciones en contra de leyes que según ellos contradicen las bases de la familia tradicional, y nunca los vemos en manifestaciones en contra de la guerra y en contra de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Es necesario educar a las nuevas generaciones en unos valores diferentes y para ello es imprescindibles desmontar el sistema patriarcal, culpable de la violencia contra las mujeres, que se propaga a través de la familia tradicional, a través de la religión entendida de modo fundamentalista y a través de unos determinados valores sociales arcaicos que perpetúan las desigualdades entre  mujeres y hombres.

Pensemos, cuestionémonos: ¿Cómo me coloco yo en mis relaciones con mujeres y hombres? ¿Qué valores transmito a las mujeres y hombres de mi alrededor, con mi conducta, con mis actitudes? ¿Qué valores transmito a las niñas y niños? ¿Cómo creo que merezco que me traten? ¿Cómo permito que me traten? ¿Cómo trato yo? ¿Cómo creo que merecen las demás personas ser tratadas?

Porque no sólo es cuestión de cifras.

Porque no podemos juzgar sin más, ni dar la espalda, a las mujeres que no denuncian o que retiran la denuncia. Tenemos que entender que son consecuencia de una educación y una sociedad patriarcal.

Porque el cambio parte del cuestionamiento individual.

Porque si yo cambio, transformo mis formas de relación y, con ellas, contribuyo a transformar la sociedad.

Porque, aunque la mayoría del tiempo no nos demos cuenta, somos parte de la sociedad: yo lo soy, tú lo eres, ella lo es, él lo es…

Porque mujeres y hombres, cada cual desde sus relaciones personales, familiares, laborales, asociativas, políticas… tenemos que empezar a construir nuevos modelos de socialización.

Para que la violencia contra las mujeres desaparezca es imprescindible crear un nuevo modelo de hombre; es necesario que las mujeres ocupen su lugar sintiéndose realmente protagonistas; es importante que aprendamos nuevas formas de relación desde el respeto, la equidad y la libertad individual.

No más relaciones de maltrato…

Por:

MERCEDES, CELIA, ROSARIO, OLIMPIA, RITA, Mª CARMEN, Mª CARMEN, VIRGINIA, NOELIA, ÁNGELA, GINA, Mª CARMEN, MERCEDES, Mª Concepción, PILAR, FÁTIMA, MONTSERRAT, BETSABÉ, ITZIAR, FLOR Mª, LAURA, YASMILA, Mª JOSÉ, TUDORITA, AURICA, SANDRA, RAMONA, ASUNCIÓN, LUCÍA, BELÉN, Mª LUISA, ANABEL, ESTRELLA, ALEJANDRA, M VICTORIA…

Por las anónimas…

Por todas las que están siendo humilladas, golpeadas, no respetadas…