No es una historia de tantas…

Gran Canaria, España, año 2013.

Patricia tiene 31 años. Lleva cuatro años saliendo con Roberto. La que ella pensaba que era una relación idílica, al empezar la convivencia, hace 2 años, se torna en un cautiverio.

Roberto es muy estricto con todo lo que tiene que ver con la casa. La vivienda es suya y él no le ha dejado ni siquiera empadronarse allí, alegando que quiere prevenir el que ella en un futuro se la quiera “quitar”. La reprende duramente si, al limpiar, ella cambia alguna cosa de lugar, aunque sea por centímetros. No le permite recibir visitas, ni de familiares ni amistades. No le ha dado una llave de la casa, lo cual hace que dependa de él para poder salir o entrar.

Económicamente, él también controla la situación. Cuando se conocieron, ella trabajaba e incluso ganaba más que él porque tenía un trabajo mejor remunerado. A los meses de empezar a vivir juntos, ella se queda embarazada y él le pide que deje de trabajar para que “cuide bien” de la niña que tienen. Ella ve normal quedarse un tiempo en casa, quiere disfrutar de su maternidad, pero pronto se da cuenta de que él no se implica en absoluto en los cuidados de la niña. Cuando se lo reprocha, él le dice que “los hijos son de las madres” y que él no tiene por qué hacer eso. Actualmente la niña tiene ya 14 meses y él nunca le ha cambiado el pañal, ni le ha dado un biberón o bañado.

Además, él le echa en cara constantemente que es “una mantenida” y no le permite siquiera hacer la compra en el supermercado para no darle dinero en efectivo. Patricia tiene que pedir a su familia para comprarse sus propias cosas, como ropa interior o productos de higiene. Si alguna vez Roberto accede a darle algo de dinero, tiene que llevarle el ticket de compra para que él sepa en qué lo ha gastado.

Patricia se ha dado cuenta de que, desde hace meses, Roberto ha empezado a escuchar sus conversaciones telefónicas escondiéndose detrás de las puertas, que lee sus mensajes de móvil y le abre sus cartas. Además, a veces aparece en los sitios en los que ella está, de improviso, y ella sospecha que la sigue…

Hace dos día él cerró la puerta de la casa con llave cuando se fue a trabajar, por lo que Patricia tuvo que pasar todo el día encerrada allí con la niña. Sintió ansiedad y angustia, pensando en qué hacer si la niña se pusiera mala o pasase alguna urgencia.

Día a día, Patricia siente miedo. Siente que ha perdido por completo el control sobre su vida. Cree que Roberto tiene razón cuando le dice que es una inútil y que no sirve para nada. Siente que no es capaz de satisfacer a su pareja, que haga lo que haga está mal, y le da miedo lo violento que él se pone últimamente en las discusiones.

Su hermana, que sabe lo que está pasando, la acompaña a un Servicio de Información para Mujeres en situación de violencia de género, donde la orientan, acompañan… Le explican que aunque las leyes digan que la tortura psicológica a la que está sometida es un delito, no pueden garantizarle que, si denuncia, el juicio salga a su favor. Así y todo, ella decide denunciar.

En el momento del juicio, Patricia siente que es a ella a quien se juzga. Por cómo la trata la jueza, se da cuenta de que probablemente ésta piense, igual que Roberto, que ella es una inútil, tonta e incapaz. Finalmente la jueza le dice que lo que a ella le pasa no es violencia de género, que eso son problemas en la convivencia, y archiva su caso.

Desmoralizada, pero con miedo a volver a casa de Roberto, el cual está además ahora más engrandecido al escuchar las palabras de la jueza, Patricia decide aceptar la invitación de su hermana de irse a vivir con ella. Le queda ahora un calvario respecto a la guarda y custodia de la niña porque Roberto, que nunca se ha encargado de ella, la ha pedido para él.

… ésta, es una historia de violencia de género de tantas, pero precisamente queremos vindicar, como expresamos en el título del artículo, que ninguna de ellas es, ni debe ser considerada, una historia de tantas…

Cuando hablamos de violencia de género, la mayoría de las veces pensamos sólo en lo que es la parte visible del iceberg, la punta, es decir, la violencia física y los asesinatos de mujeres en el contexto de las relaciones de pareja. Pero la violencia de género va mucho más allá de eso y la base del iceberg, ancha, amplia y desconocida e invisibilizada, tiene que ver con casos como el de Patricia; tiene que ver con la tortura psicológica que lleva a las mujeres a una anulación completa de su persona, de su capacidad de decisión y reacción…

Cuando hablamos de violencia de género, estamos hablando de mucho más…

… en las relaciones afectivo-sexuales: el maltrato psicológico, económico, sexual, social, físico; el acoso, el aislamiento, las amenazas y coacciones; la no corresponsabilidad en el hogar; la dejación o incumplimiento de las responsabilidades paterno filiales; etc.

… en el resto de los ámbitos: hostigamiento en lugares públicos; la utilización del cuerpo de las mujeres como objeto; el acoso sexual en el trabajo; el control de los espacios, de los recursos y los medios; etc

La base de esta violencia tiene que ver con la desigualdad, con el desequilibrio de poder que se da en las relaciones entre hombres y mujeres, sea el ámbito que sea. Desequilibrio sustentado en siglos de heteropatriarcado y androcentrismo, de una dominación que adopta formas cada vez más sutiles y que está normalizada en las mentes y emociones de mujeres y hombres.

Desde las instituciones y la sociedad, la respuesta o alternativa que se ofrece a estas mujeres tiene que ver con la denuncia. Se les invita e insta, encarecidamente, a denunciar, realizando campañas publicitarias reiteradas en esta dirección y culpabilizándolas cuando no lo hacen.

No obstante, la realidad y los datos nos muestran que la denuncia no siempre es efectiva y, es más, puede ser perjudicial para el proceso de recuperación de las mujeres. Por un lado, porque el denunciar les coloca en una situación de riesgo que se verá agravada además en  caso de que la denuncia no se lleve a término o no sea favorable a la mujer. Por otro lado, porque muchas veces, en el proceso institucional que acompaña a una denuncia: comisaría, Juzgado, etc.  las mujeres son cuestionadas, juzgadas, culpabilizadas, ignoradas, minimizadas, etc. por parte de quienes tendrían que garantizar su cuidado. Esto es lo que se conoce como victimización secundaria, que es aquella que se produce cuando las instituciones y la sociedad maltratan también a las mujeres en situación de violencia de género.

Todas podemos ser (y somos) mujeres en situación de violencia. Todas y todos, podemos ser (y somos) cómplices de esa violencia.

  • porque tenemos que revisar la respuesta que se está dando a las mujeres y niñas/os en situación de violencia de género;
  • porque tenemos que visibilizar que la violencia contra las mujeres va más allá del asesinato y la agresión física;
  • porque tenemos que construir modelos de relación saludables, basadas en el equilibrio y no en el poder;
  • porque aún queda mucho por hacer y debemos hacerlo desde la autocrítica, el compromiso y la asunción de responsabilidades;
  • porque…

Mujeres Libres Yazirat